domingo, 16 de noviembre de 2008

Esta deliciosa mañana

Hoy me desperté extrañándola. Quizás porque el último sueño de la mañana (ése en el que muy pocas veces la conciencia pareciera poder tener cierta incidencia en el inconsciente) fue… cómo decirlo… tan inequívoco, tan direccionado hasta la imagen que de ud. tengo que la añoré como si alguna vez la hubiera tenido entre mis brazos…
Enredadas sus piernas entre las mías y sus brazos entre mis pechos, apretándome desde atrás, mi cola contra su sexo, tranquilas, disfrutando una mañana fresca, unas sábanas limpísimas, nuestras pieles desnudas, levemente perfumadas, la ventana semiabierta dejando entrar una brisa de domingo y el olor del pasto del parque que hacía más delicioso ese momento
Y ud desde atrás, tranquila, aunque me acercaba hacia usted suavemente y eso hizo que mi estado de duermevela se despabilara un poco y respondiera, suavemente, a su demanda, rodéandola con mi brazo a mis espaldas.
Pero a su primer suspiro siguió un gemidito, y ud sabe cómo sabe ponerme con sus sonidos suaves, suplicantes… y su pierna logró colarse entre las mías y presionar sobre mi sexo todo, hizo de golpe que una oleada de calor me recorriera, como sólo ud logra hacerlo, así que cuando su mano quiso sentirlo también se encontró con mi deseo desesperado, húmedo. Quería más, la quería toda, comerme su boca de un beso profundo, sentirla morder mi cuello y lamer mis lóbulos mientras escuchaba sus gemidos más y más acelerados.
Odio esos sueños eróticos que terminan en el momento más caliente, más intenso. Unos segundos más y me hubiera derramado soñándola. Pero quizás no sea tan malo pensarla en lugar de soñarla, continuar ese sueño poniendo conscientemente mi pensamiento y mis manos al servicio de su imagen, buscar sin abrir los ojos en mi cajón de la izquierda hasta alcanzar ese objeto y pensarla a ud desde atrás metiéndomelo suavemente, mientras sigue dedicándose a mi cuello con pasión y gimiendo, y se derrama conmigo y permanece abrazada, respirando cada vez más suavemente, hasta conciliar nuevamente ese delicioso sueño.

miércoles, 17 de septiembre de 2008

Un recuerdito para Damasutra

Hola bonita. Como estamos atareadas las dos, le dejo este recuerdito, se acuerda? Mmmm... el final era muuuuy guarro y por eso lo saqué, ¿qué hacemos? ¿lo ponemos entero? Ud sabe que como esto lo administramos las dos, hay que preguntarse todo... jeje.
Bueno, acá está la parte "light"; jajajaja, con algunos cambios, porque lo volví a leer, me volví a calentar, y obvio, me quise meter de nuevo en la historia. Besos, hermosa.

AEROPUERTO
Miraba casi aburrida pasar la gente, ver la luz roja cada tanto y cómo apartaban a alguien que, entre confundido y nervioso, pasaba de pronto a ser sospechoso de quién sabe qué. Hacíamos bromas con mis compañeros cada vez que se venía algún personaje interesante, “a esta la revisamos”, “este bombonazo es mío” y poníamos el alerta manualmente, esas pavadas que nos hacían pasar el rato y cada tanto ratonearnos un poco. El oficial de turno para controlar a los pasajeros era un cretino más o menos machista –supongo que serán gajes del oficio– que sin embargo me tenía respeto. Y no se trataba sólo de una cuestión de jerarquía, yo tenía diez veces más calle que él. Solía de todos modos presentirlo hablando de mí a mis espaldas. Él controlaba a los pasajeros, yo tenía que controlarlo a él.
Te vi desde lejos, antes que él. Venías caminando muy rápido y firme, anteojos oscuros, traje ajustadísimo de pollera y saco, polera blanca apretada al cuerpo. Tu intención no podía ser la de pasar inadvertida, sino la de amedrentar. Y vaya si lo hacías, bastaba sólo con ver la reacción de la gente a tu alrededor. Ejecutiva, empresaria, qué más daba. No era tu viaje –o no quería parecer– de placer. Sí, tengo que confesar que me impresionaste. Sabía de cualquier modo permanecer inmutable. Esperé, como estaba, fuera de escena.
Sabía que Suárez accionaría la alarma, no tenía ninguna duda. Te apartó y te indicó que abrieras tu valija, lo hiciste con un gesto brusco y seguro ¡Qué altanera y audaz, resultaste!, entre la ropa, sin necesidad de revisar demasiado, se dejaban ver impúdicos algunos juguetes eróticos y suelta, como si las hubieras recordado a último momento a la hora de empacar, unas ropas interiores más que sensuales. Zarpadas, diría yo. Hasta ese momento Suárez había mantenido la compostura, incluso la autoridad. Un tipo alto, de cuerpo atlético y de uniforme no se dejaba amedrentar así nomás. Además, se jactaba de ser un ganador con las mujeres y me constaba que lo miraban mucho, yo misma lo había mirado más de una vez por lo bueno, si no fuera tan imbécil...
Pero cuando tuvo que abrir ese objeto, girarlo, buscarle botones, aberturas, dispositivos, comenzó a inquietarse. Y cuando, al correr una pestaña oculta, ese objeto, esa perfecta pija comenzó a moverse en su mano, ante su desconcierto vos sonreíste divertida, gastadora, y lanzaste.
–Me imagino que sí había visto uno de estos, antes ¿no oficial?
Confieso que me morí. Apreté mis labios intentando reprimir mi carcajada, te hubiera morfado. Y Suárez, si hubiera podido, te hubiera matado. Lo apagó, disimuló, te miró con odio mientras lo bajaba para apoyarlo en la mesa y la bronca hizo que se le resbalara. Tu cara y la de él fueron transformándose simultáneamente cuando el objeto rebotó contra el piso, se quebró y una planchita de papel asomó, casi imperceptible.
Suárez pasó de la sorpresa a la jactancia casi sin solución de continuidad. Era además, de sus poses imbéciles, la más imbécil de todas.
–Ahá, dijo. ¿Qué tenemos acá? Creo que ya he visto uno de estos antes. Y sonrió de costado, canchero.
Los veía, todavía desde fuera de escena, y no podía más que disfrutarte con esa cara de odio. El imbécil de Suárez había ganado un punto de casualidad, y vos, que podías darle tres vueltas, estabas a su merced. O eso creía él, porque fue sólo decir “vamos a tener que revisarla” para que enseguida lo hicieras dudar, retroceder. Lo apartaste casi violentamente con sólo una seña y hasta ahí decidí que te iba a dejar hacer.
Avancé a paso firme preguntando con autoridad “¿qué pasa?”, “la señora…” empezó a balbucear Suárez como un imbécil y vos, ignorándolo, te me paraste enfrente y dijiste: “este tipo no me pone una mano encima”.
–Me parece bien, dije, y agregué, mirando al costado mientras Suárez llamaba a otro oficial para que se lleve la evidencia –pero tenemos que revisarla.
–Y sí. Dijiste enojada, prepotente, casi como insultándome.
–Pase por aquí, dije seria, mientras verificamos qué es eso, demasiado escondido para ser cartas de amor. Y te empujé a un cuarto muy austero, con dos sillas y una mesa. También entró Suárez, quien por supuesto disfrutaba intensamente la escena.
–¿Me van a interrogar? Preguntaste sin perder un gramo de tu tranquilidad.
–No ahora, en todo caso, señora, a mí me toca revisarla.
Me encantaba esa escena, vos seria, orgullosa, sin saber qué te iba a pasar y sin embargo sin dar el brazo a torcer. Pero yo no me estaba jugando nada y vos ya estabas jugada, sólo era cuestión de esperar. Ambas sabíamos eso, y sin embargo… Tus gestos firmes parecían ofrecer una batalla durísima. Y eso me iba poniendo, poco a poco, a mil.
Te ordené pararte frente a mí, agresiva. Te tomé de las axilas y apreté tus costados. Bajé las manos por ambos lados de tu cuerpo decididamente, apretando. Palpé tus tetas, las sentí, las disfruté y supe que en lo efímero –porque no podía detenerme mucho tiempo– estaba también lo intenso. Estabas tiesa. Bajé por tu cintura, te miré sorpresivamente y te descubrí mirándome, seguí hacia abajo, te palpé según el reglamento, sólo deteniéndome levemente en donde mis manos encontraban placer. Levanté apenas tu pollera y mientras con mi cuerpo tapaba un poco (no quería taparla del todo) la visión de Suárez, cuando metí la mano por debajo de tu pollera me dedo meñique se coló bajo tu tanga. Apenas te moviste. Apenas te toqué, pero fue sublime. Fui bajando por tus piernas, lentamente. Mmmm… me encantaba ese trabajo.
–¿Terminó? Dijiste.
–No creo. Dije tranquila, respondiéndote. Voy a tener que inspeccionarla mejor, porque intuyo que en sus papelitos debe haber unas gotitas…
No dijiste nada pero tu cara no era la misma, eso podía asegurarlo. Suárez estaba a un lado, esperando entre triunfal y animado, el hijo de puta realmente lo estaba disfrutando. Y yo iba a jugar con los dos.
–Desvístase, por favor. Quédese en ropa interior.
Te quedaste un segundo absorta, te recompusiste en seguida y dijiste:
–No con él adelante.
–Señora, dije enérgicamente. –Desvístase. Su situación, le comento, no es fácil. El oficial se irá cuando tenga que revisarla sin su ropa interior, enfatizando el “sin” para que no tuvieras ninguna duda. Mis gestos firmes y mi voz no dejaban lugar a apelación.
Comenzaste a sacarte la ropa, casi sensualmente. El saco, que colgaste de la silla, y la polera. Hermosa, pensaba mientras te veía. Y no sólo yo. Suárez estaba con la boca semiabierta, cubriendo con su mano el bulto que se notaba ya. Con disimulo, intentaba acomodarlo dentro del pantalón sin éxito. El uniforme no ayudaba a esa tarea, sí que era grande. Desabrochaste tu pollera y fuiste bajándola con dificultad, quedándote en medias de nylon y ropa interior. Y vaya ropa interior. Me acerqué para ayudarte mientras Suárez no sabía si abalanzarse sobre nosotras, pajearse o salir corriendo. El uniforme beige dejaba notar claramente la gotita de líquido que se le notaba y me provocaba –si eso era posible– más calor.
Lo miré de frente, se sintió confundido. Con ambas manos sobre su bulto, salió como sin rumbo, confundido y rápido, perturbado. Hasta sentí pena por él, aunque me excitaba pensarlo urgente, camino al baño.
Quedamos sólo las dos. Te pedí que te sacaras la ropa interior. Estabas hermosa y entregada a mí, aunque no voluntariamente y yo disfrutaba eso. Creo que te diste cuenta.
Cuando te tuve paradita y sin un solo anillo frente a mí y sin saber qué hacer con tus manos, me acerqué a vos y te dije: –ahora apoye sus manos sobre la mesa e inclínese. Me miraste sorprendida: quizás no te combinaba la orden con el trato respetuoso (¿o autoritario?) pero te descoloqué. “En cuatro”, dije con más autoridad. Te toqué, te rocé, apenas te metí un dedo. Te estremeciste, te moviste.

lunes, 15 de septiembre de 2008

Pensándola

Ese tino, tiene. De dejarme hirviendo con dos palabras, dichas casi de paso. Dos párrafos, seamos justas. Que leídos antes de salir del trabajo (primero rápido, pero después releídos más lentamente y otra vez más, disfrutándolo) provocaron que mi viaje en colectivo fuera entre delicioso y desesperante. Un jean ajustado, usted sabe qué pasa, (y encima estoy sola, guacha, guachísima, hace casi un mes) y esos dos párrafos girando en mi cabeza, todo un tiempo parada, el colectivo lleno de gente y yo pensándola, pensando en esa escena, la corbata, mis tetas sobre su espalda, apretarla, morderle el cuello, acostarla, bebérmela. Uff.
Largo viaje el mío. Y lejos, mi casa, tanto que el colectivo se va vaciando y yo voy buscando el mejor lugar para sentarme, y pensarla, en esos asientos de cuatro enfrentados entre sí, ya casi completamente sola en el colectivo y yo pensándola frente a mí apresándola entre mis piernas… qué delicia de viaje, no se imagina...

miércoles, 10 de septiembre de 2008

Eras vos...

El se acercó por la espalda, y sentí todo su cuerpo apoyándose sobre mí. Acaricié su brazo fuerte. Lo sentí. Y allí, su corbata salió de su cuello, y cubrió mis ojos. Sentí la tela cegándome.
Y allí, mágicamente, él se convirtió en vos. Fuiste vos otra vez, que me ayudabas a ponerme sobre la cama. Me desnudabas, me besabas. Vos, que recorrías con tu lengua mi cuello, que con las yemas de tus dedos rozabas mis pechos.
Eras vos. Y no quería que dejaras de ser vos. Por eso, en cuanto sentí que él se arrodillaba, colocaba las manos en mis gluteos, y se disponía a penetrarme, instintivamente grité ciegamente "NO!... primero quiero que me la chupes".
Y ahí sí... volviste a ser vos, que me soltaste y te hundiste en mi pubis. Con toda la boca, con toda la cara, con toda la lengua, dándome lo que buscaba, como si intentaras secarme.

Cosa, que nunca iba a ocurrir, mientras vos siguieras estando en mi cabeza.

jueves, 28 de agosto de 2008

Por vengarme nomás

Resulta que estoy tranquila. De viaje, en un congreso al que casi decidí venir a último momento. Ni le avisé, pensé “después me conecto” pero nunca se sabe, los hoteles, los viajes, las conexiones, las posibilidades de zafar de la gente... y encima, en los últimos tiempos, la comunicación viene como difícil, la “vida real” que media y complica todo, la cuestión de la falta de tiempo...
Resulta que de todos modos la extraño, que anhelo poder conversar con usted y provocar esas cosas, que me gustaría tenerla un ratito al menos como hace tiempo que no sucede (¿sucederá? ¿o pasará a ser esta nuestra forma de comunicación? Internet es tan extraño...), que es cierto que no estamos pudiendo ni siquiera intercambiar dos frases sin que se corte, sin ser interrumpidas por esas otras vidas reales. Vaya paradoja.
Resulta que no puedo conectarme durante el día y muy difícilmente por la noche, en esta ciudad perdida.
Y resulta que acabo de entrar (conseguir wi fi se hace complicado, pero finalmente un barcito bonito en una peatonal, yo con una cervecita pensando que me gustaría compartirla con usted) y veo su post, y vuelve entonces a seducirme, como cada vez que quiere hacerlo. Porque es así, yo, que me reconozco como bastante “indomable”, soy presa de sus deseos. Y de los míos.
Y resulta que leo que soñó conmigo y que estábamos en una playa de estacionamiento, y resulta que ese corto e intenso relato me atrajo a usted de nuevo casi violentamente. Y la pensé en el auto, la sentí besándome, pude casi verla quitándome la ropa y ni le cuento cómo pude casi vivir cada minuto de esa historia. Y pensé que sería bueno que, después de todo eso, continuara la historia.... y me hiciera la dormida. Por vengarme nomás y porque empezaba a mojarme con su relato y con pergeñar qué le iría a hacer yo después de eso. Y que cuando parara el auto por fin, y quisiera despertarme, la abrazaría de manera casi brutal, la reduciría (por la sorpresa podría hacerlo) y la ataría sólo para vengarme. Y como seguramente gritaría, la amordazaría. Los vecinos nunca quieren escuchar gritos. Y se retorcería así, como quedó, en el asiento trasero del auto, totalmente vestida, boca arriba, hasta que yo lograra ingeniármelas para arrancarle la ropa. Apoyaría mi cuerpo contra el suyo, usted nada podría hacer. Le haría cosquillas en sus pies y en sus axilas, hasta ver saltar sus lágrimas y escucharía sus gemidos sin interesarme si lo que quiere decirme es “pará” o “seguí”. Porque iría a seguir, está claro... no soy exactamente dueña de mis movimientos cuando logra ponerme como me pone. Y cuando viera que ya no puede respirar de la risa la miraría seria y usted a mí y esta vez muy pero muy suavemente, deslizaría la yema de mis dedos por su cuerpo. Apenas rozando, desde su lágrima hasta sus pies, pasando muy suavemente por sus labios, su cuello, sus pezones erectos, su pubis. Rozando sin entrar en su sexo, bajando por el interior de su muslo. Usted daría respingos, lo sé. Apenas rozaría los pelitos de su pubis, eso la haría estremecer y simultáneamente, le mordería apenas los lobulitos de sus orejas. Me escucharía jadear suavemente y el sonido de mi lengua buscándola. Acostada desnuda, así como me dejó, contra usted, seguiría con mis dedos buscando su placer y su desesperación. Rozaría con ellos los labios de su sexo y sentiría la nueva humedad que se suma a la que usted misma provocó cuando me “atacó”. Le susurraría al oído lo loca que me vuelve, lo caliente que me pone, lo hermosa que está. Bajaría lentamente, y jugaría con mi lengua sintiendo cada parte de su sexo, mi lengua con usted, y usted sin poder decir una palabra, sólo retorciéndose hasta arquearse, hasta que, como yo conozco, estallaría dentro de mi boca jadeando, llorando todavía por el resto de risa y por placer, hermosa, sólo por placer.
Usted me puede, bonita.

martes, 26 de agosto de 2008

El Estacionamiento

El otro día soñé con vos. Sí, eras vos, Heroina. Heroica. Hermosa. Estábamos en una playa. Pero no una playa de arena y mar. No soy tan romántica. Era una playa de estacionamiento. Íbamos a un auto. Un auto grande. No el mío. Mis tacos repiqueteaban y retumbaban. Solo recuerdo los míos. Seguramente vos te deslizabas a mi lado. Por eso, cuando llegamos al auto, te atrapé contra el auto, como quien atrapa una mariposa que está volando. Y te puse los pies sobre la tierra. Para que veas lo que se siente dejarse llevar. Y me apoyé sobre vos. No te miraba con ternura. Más bien, clavaba mis ojos sobre los tuyos. Y vos, con tus ojos caídos, apenas podías sostener mi mirada. Ni bien intentaste mirar hacia otro lado, te tomé de la barbilla, y te besé. Vos cerraste los ojos para sentirme. Yo los mantuve abiertos, para verte.
Nuestras lenguas jugaron, nos lamimos, nos dejamos llevar. Mi mano te atrapó el cuello. Sentí las tuyas en mi cintura.
Y comencé a desnudarte. Ahí, en medio de los autos, del olor a aceite y nafta y fierros retorcidos, te fui quitando todo, y arrojando tus prendas a un lado y otro del lugar. Tu pollera quedó colgando de un caño del techo. Ya nada importaba. Nuestas manos abrieron una de las puertas, y ahí caímos las dos, en el asiento de atrás. Vos debajo, yo arriba. Nos abrazamos, nos torturamos sintiéndonos, sin importar nada, ni siquiera los sonidos de otros pasos. Tu ropa interior voló por la puerta abierta. Y me dediqué a hacerte gemir. Vos totalmente desnuda. Yo totalmente vestida. Te lamí, te comí. Y te dejé. Desesperada, con la mirada perdida.
Yo, despeinada e incómoda, me senté en el asiento del conductor, dejándote atrás. Nos alejamos en el auto. Y acomodé el espejo retrovisor, para disfrutarte a lo largo del viaje.
Tu ropa quedó allá. Entre autos y caños de agua. Por un buen tiempo, no la ibas a necesitar.

jueves, 21 de agosto de 2008

Otro Chat.

DAMASUTRA: m.. le gusta resistirse a todo
Heroina: mmm.... casi
DAMASUTRA: sospecho que será revelde.
Heroina: rebelde... a menos que se refiera a otra cosa (re velde dicen los chinos cuando algo no está maduro)[
DAMASUTRA: por qué escribí revelde con v y no con b??? cosas que pasan
DAMASUTRA: jajaja
DAMASUTRA: es que usted, me hace poner siempre el dedito en el lugar equivocado DAMASUTRA: vió?
DAMASUTRA: por ejemplo... me gustaría rozar mis labios... y termino rozando los suyos
Heroina: mm... entonces no está en el lado equivocado
Heroina: al contrario, diría que están en el lugar correcto
DAMASUTRA: usted dice??
DAMASUTRA: póngase cómoda por favor
Heroina: yo digo, al menos, que me encantaría que rozara mis labios con sus dedos
DAMASUTRA: me encantaría hacerlo vea... después de un vinito...
Heroina: y en este mismo momento apenas los muerdo, imaginando que lo hace...
DAMASUTRA: con sus labios un poco manchados... tintos
DAMASUTRA: y quitarle un poco de ese color, con mis dedos.
DAMASUTRA: me imagino a ambas, en la alfombra, sentadas, cómodas... digo, le molesta si... mientras le rozo la comisura con mis dedos, con mi otra mano, rozo un poco sus pies?
Heroina: mmm.... al contrario, hermosa, no me molesta...
DAMASUTRA: porque me tienta verlos ahí, descalzos, tan cerquita mío.
Heroina: adoro las caricias sobre los pies, es tan sensual....
DAMASUTRA: si si... mire. me encanta dárselos. usted, tan cosquillosa.
Heroina: sabe que tengo cosquillas, no? pero también que me pone tremenda los juegos con los pies
DAMASUTRA: ah, sí. qué tipo de juegos, seré curiosa?
Heroina: mire, le voy a decir
Heroina: me gustan las caricias suaves ahí, al principio.... casi sin darnos cuenta...
Heroina: que tome mis deditos uno a uno y los presione suavemente... al principio no me daría cuenta, casi
Heroina: pero poco a poco usted presionaría un poco más, y tomaría mis pies y los masajearía con más fuerza..
DAMASUTRA: ahh... buena idea... a ver, déjeme probar.
DAMASUTRA: póngase cómoda sobre la alfombra... relájese linda.
DAMASUTRA: yo tomo sus pies, y comienzo un masajito. comienzo a tomar sus deditos, uno por uno... acariciándolos, recorriéndolos con mis uñas.
DAMASUTRA: ah, si me permite... me gustaría... besárselos un poquito. uno por uno. meterlos en mi boca... jugar con mi lengua con ellos...
Heroina: muy bien, así....
DAMASUTRA: mordisquearlos un poquitín... uno por uno.
Heroina: mmmm.... esperése.. vaya despacito... cuando llega a esa instancia ya me va a poner mmmm.....
DAMASUTRA: ahhh... bueno, bueno... sabe que me gusta tomarme mi tiempo, sí? DAMASUTRA: reciba mis caricias... y quietita, déjese acariciar también la planta.
DAMASUTRA: quietita eh... aguante las cosquillas... que le paso los deditos por ahí suavecito
Heroina: mmm... sí, así si... apenas puedo aguantar las cosquillas, pero se mezclan con un placer....
Heroina: entonces.... cuando usted va presionando mis dedos, y me va mirando con esa carita... yo voy entendiendo
Heroina: ni qué decirle cuando, sin dejar de mirarme, baja su cabeza hasta alcanzar mis pies
Heroina: lo que quiero decirle, es que en el momento en que usted empezó a mordisquearme los dedos, ya me tiene entregada, sabe?
DAMASUTRA: mmm... qué bueno saberlo
Heroina: y si sabe lamérmelos -que sabe- me va a hacer poner como a usted le gusta hacerme poner
DAMASUTRA: ah... me encanta eso...
DAMASUTRA: volveré allí entonces... a ver cómo se siente...
Heroina: siento que esto puede llevarnos a esos lugares adonde nos gusta llegar (más allá de la oficina, la gente, el trabajo por hacer)
Heroina: y esos lugares, no sé a usted, a mí me encantan, me calientan, para ser bien clara...
DAMASUTRA: si si...
DAMASUTRA: la entiendo. entonces... ya que estamos fuera de todo el mundo real...
DAMASUTRA: le puedo... aflojar la blusa... digo, me permite desvestirla?
DAMASUTRA: no abra los ojos, eh.[13:15] Heroina: como diga...
DAMASUTRA: déjeme sacarle todo... dejarla sin nada.

(Continuará?)